martes, 28 de septiembre de 2010

Crónicas de un perdedor: parte 1

-





Esto pasó hace ya un mes creería, pero igual sigue bastante fresco en mi memoria. La historia tiene como protagonista a su buen amigo quien les escribe, que como algunos ya saben busca/ba trabajo toda la semana sin tener un gramo de suerte. Estas "crónicas" relatan como las cosas de vez en cuando (casi siempre) no salen como uno espera que salgan, es decir, salen como el orto.

Así empieza...


Miércoles 8:30 (más o menos)

-A ver qué mierda hay hoy en los putos clasificados- pensaba yo. Hice un repaso, anoté unos en los que pedían cadetes para zapaterías del centro y otro que decía:

* Vendedor de 20 a 25 años disp. horaria Drugstore P. Olmos 2P -

Esa mañana hice mi recorrido por los locales del centro dejando mi curriculum por aquí y por allá, y por último me tocó ir al Tontódramo donde me atendió un señor como de 50 y picazo de años...

Yo: hola, qué tal (nos damos la mano)

Eduardo el viejo culiadaso: hola... ¿tenés experiencia laboral vos?

(Así con las cejas levantadas como entre amenazante y serio)

Yo: no, estoy buscando trabajo hace poco porque este año no estoy cursando en la universidad...

(-llegó la hora de mentir descaradamente- pensé)

Eduardo: ¿tenés disponibilidad horaria? Porque no quiero que me digan después “no puedo venir porque tengo que rendir, o esto o lo otro” ¿vos tenés disponibilidad horaria de 10 a 22? Si vos me decís “sí”, yo te anoto y vemos, sino directamente chau.

Yo: Sí, tengo esa disponibilidad…

En resumen siguió preguntando lo mismo que preguntan la mayoría de los entrevistadores, nada que no estuviera escrito en mi curriculum, salvo algunas preguntas sobre mi familia. Lo único que remarcó fue el tema de la disponibilidad horaria, y me citó ese mismo día a las 20:30.

Aproveché para visitar a un amigo que no veía hace bastante y cuando se hizo la hora llegué al local.
La entrevista duró cerca de 20 minutos, podría haber acabado antes pero al señor se le ocurrió contarme la historia del local, de su vida y darme un par de concejos amorosos basándose en su precaria experiencia.
La verdad es que hoy en día me arrepiento de haber pensado que ese viejo tenía una pizca de bueno, el acuerdo que me planteo fue que yo trabajaría 3 o 4 días de prueba (viáticos no incluidos), y que si pasaba esos días estaría a prueba (nuevamente) durante un mes, cobrando en negro (obvio) y recién si pasaba ese mes de "prueba" me pondría en blanco con un sueldo hediondo, pero en blanco al fin.

En ese momento (y en este también) me hacía mucha falta la plata, necesitaba (necesito) un trabajo lo más urgente posible, así que puse cara de persona a la que le ofrecen el trabajo de sus sueños y acepté.

Arranqué al día siguiente a la mañana, conocí a Agustín, el hijo de Eduardo que atendía el kiosco del Drugstore, se expresaba de manera un poco sobreactuada y era aparentemente “piola”, ahora que me acuerdo me recordaba mucho a un cuñado que era tremendo pelotudo. Fue él quien me explicó lo que tenía que hacer, que era básicamente saltar sobre toda persona que osara mirar en dirección al negocio, como un depredador salta sobre su presa y empezar a convencerlo de que no podía irse sin llevar aunque sea uno de los variados y carísimos productos que teníamos para ofrecerle, en pocas palabras vender, vender y vender.
Volví ese mismo día a la tarde y conocí a Maxi, un pelado que todavía no alcanzo a descifrar si me quiso ayudar y no le salió o directamente era un hijo de re mil putas al que le chupaba un huevo todo menos su propia pelada. Como sea, la relación con Maxi fue neutra, sus modos no eran los mejores y parecía lamerle un poco las bolas al jefecito Eduardo, lo cual era comprensible y no me parecía del todo mal (cada quien cuida su trabajo como quiere). Mantener una buena relación con ellos tres me interesaba poco y nada, yo sólo quería el cochino empleo, cobrar a fin de mes y nada más, así que me limité a seguir al pie de la letra las ordenes que me daban, incluso las que se contradecían entre sí.

Viernes, sábado y parte del domingo trabajé gratis poniendo todo mi empeño, poniendo buena cara a todo el que se paraba cerca del local, esforzándome para sacar al vendedor que todos llevamos dentro (?)
El sábado antes de terminar el cierre Agustín dijo algo que me dio bastantes esperanzas...
“presta atención que el lunes vas a hacer vos sólo el cierre”

¡Genial! Pensé, ya habían pasado casi tres días, eso podía significar que había logrado pasar la prueba e iban a pagarme, dos monedas pero ¡iban a pagarme!
Pero el domingo pasó algo que no esperaba. Me preparé para salir, tomé el colectivo y cuando llegué todo parecía normal. Atendí a algunas personas, vendí algunos chascos y después de atender a unos pibes que estaban ahí boludiando, me llamó mi jefazo y me dio una charla que no terminé de entender sino hasta el final…

Eduardo: cuando salís a la calle y está lloviendo, tenés que sacar un paraguas, porque si no te mojas…

Pensé –ok ¿qué carajo me está queriendo decir? Ya sé que tengo que molestar a la gente hasta que compre, pero si unos pendejos te dicen dos veces de mala gana que sólo están viendo, no se me ocurren muchas formas de buscar conversación para tratar de encajarles algo-

Eduardo: entonces vos tenés que tener recursos, ese “algo” para sacarle conversación a cada cliente en particular.

Yo: ok (y asentí con la cabeza)

Cuando estaba por ir a hablar con los mocosos, me frena y me dice “no, ahora voy yo… vos mirá”

Eduardo: hola chicos ¿qué andan buscando?

Pendejos del demonio: na’ tamo’ viendo…

Eduardo: ¿buscan algo en particular, alguna calcomanía en particular?

Pendejos: no tamo’ viendo’ (y se dieron vuelta)

No pude evitarlo, se me escapó una sonrisa burlona y por dentro me reía, pero fue indetectable (creo).
Cómo ignorando que había fracasado rotundamente se volvió y siguió diciéndome “vos no tenés ese… no sé qué que hace falta, capaz estás más para promoción…”
-Ahhhhhhhh, toda esta perorata era para echarme, listo entendí todo…- pensé.
“yo no te quiero hacer perder más el tiempo y tampoco quiero perderlo yo, dejame que pruebe a otros chicos y cualquier cosa yo tengo tus datos…”

Después de eso no pude prestar más atención a sus palabras, me invadieron una serie de pensamientos a un volumen muy alto como para poder oírlo, decía algo como: -VIEJO HIJO DE PUTA VIEJO HIJO DE PUTA VIEJO HIJO DE PUTA VIEJO HIJO DE PUTA –

Yo: bueno, gracias por la oportunidad, adiós.

Eduardo:… (Quién sabe en qué habrá estado pensando, me miraba como si hubiese sido yo el que lo echaba a él sin pagarle ni los cospeles que había gastado en ir y venir esos días)

No había mucho más qué hacer…













Continuará




-